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En el momento del parpadeo

Walter Murch y su amor al oficio del cine:

“En el momento del parpadeo” es un libro del montador y diseñador de sonido norteamericano Walter Murch.  Un libro que habla de su experiencia y donde en alrededor 170 hojas nos deja muchas ideas y lecciones de cine.

El prólogo del libro está escrito por José Luis López –Linares, escritor, productor y director de cine. Merece la pena investigarle. Y me guardo la idea para posible nuevo post para este blog.

José Luis se refiere a este libro como “brillante reflexión sobre el montaje” Y sigue : “En esta obra Murch reflexiona inteligente y luminosamente acerca del arte del montaje, con la calidez que da escribir desde la experiencia y no desde la teoría.” “Quizá lo mejor de su libro es algo que no está escrito pero que se transmite poderosamente entre líneas: el amor al oficio”

Continúa: “ Italo Calvino opina que lo más parecido a la felicidad es tener un trabajo que a uno le guste. Desde ese punto de vista, Murch tiene que ser un hombre bastante feliz. Es una suerte en muchos sentidos tener la oportunidad de escucharle”

Walter trabajo en el montaje y en el diseño de sonido de  “Apocalipse Now”. Nos cuenta que la cantidad de material filmado fue 381.000 metros, que equivalen a más de 230 horas. La película terminada dura dos horas y veinticinco minutos, esto supone una proporción de noventa y cinco a uno. Es decir, noventa y cinco minutos que no se usaron por cada minuto que quedó en el producto final. A modo de comparación, la proporción media en un largometraje es de aproximadamente veinte a uno.

Murch calculó el número de días que él y los montadores habían trabajado y dividió ese número entre el número de cortes que quedaron en el producto final. La media de cortes por montador por día fue: ¡1,47!  Eso quiere decir que si desde el primer momento hubieran sabido donde cortar habrían llegado al mismo sitio en el mismo número de meses si cada uno de los montadores hubiera hecho un empalme y medio al día.  Con esto Walter quiere llegar a una de las primeras lecciones que nos da en este libro: No consiste tanto en juntar como en descubrir un camino, y que la inmensa mayoría del tiempo de un montador no se dedica en realidad a empalmar película. Por cada corte en la película terminada hubo lo que Walter llama “cortes en la sombra”; cortes llevados a cabo, considerados y después deshechos o retirados de la película. El resto del tiempo de la jornada transcurrieron en aclarar e iluminar el camino. Mucha preparación para llegar al momento de la acción decisiva: el corte.

En los Estados Unidos, la película se “corta”, lo cual pone el énfasis en la separación. En Australia y Gran Bretaña, la película se “une”, con el énfasis de la conexión.

Apocalypse Now, como cualquier otro largometraje de ficción (exceptuando quizá “La Soga” de Hitchcock, película compuesta por sólo diez planos, cada uno de diez minutos de duración, unidos entre sí de manera invisible) está hecho de muchos fragmentos diferentes de película unidos en un mosaico de imágenes. La unión de estos fragmentos realmente parece funcionar, cuando supone un súbito desplazamiento desde un campo de visión a otro o que conlleva un salto adelante o hacia atrás tanto en el tiempo como en el espacio. Funciona cuando en la vida real percibimos una corriente continua de imágenes conectadas. A principios del SXX nos enfrentamos a la película montada. Lo que nos supone un problema es aceptar el tipo de desplazamiento que no es ni leve ni total, por ejemplo cortar desde un plano general a otro ligeramente más cerrado que encuadra a los actores desde los tobillos. En este caso el nuevo plano es lo suficientemente diferente como para indicar que algo ha cambiado, pero no lo bastante como para hacernos reconsiderar su contexto. No supone ni movimiento ni cambio de contexto, y el encuentro entre esas dos concepciones produce una discordancia, un salto que es molesto.

Ante la frase “Quitar los trozos malos” Murch dice: “El objetivo de una película narrativa es mucho más complicado que una película doméstica debido a la fragmentación de la estructura temporal y a la necesidad de comunicar estados internos del ser, luego llega a ser proporcionalmente más complicado identificar lo que es un “trozo malo”. Además de que lo que es malo en una película puede ser bueno en otra. De hecho, una manera de ver el proceso de hacer una película es considerarlo como la búsqueda de lo que es singularmente un “trozo malo”. De modo que el montador se embarca en la tarea de identificar esos “trozos malos” y retirarlos, siempre que, haciéndolo, no rompa la estructura de los “trozos buenos” que permanecen”

Otra de las ideas que se desprende de este libro es que la información del ADN puede verse como una película sin cortar y que el misterioso código secuencial equivale al montador.

En el libro hay muchas más ideas por lo que estoy considerando hacer una masterclass sobre este tema. Os seguiré informando.